Caballeros, espero que vuestra estancia en mi humilde morada fuese de vuestro agrado. Intenté que la velada fuera lo más cómoda y satisfactoriamente posible para todos. Es una pena que Sergio y Toni no pudieran venir.
El único contratiempo, fue uno pequeñito que supuso que Quarion y Juan se ausentaran en algunos momentos de la partida, pido perdón por ello, pero espero que comprendais que era asuntos personales importantes para mí, aunque pudiera parecer otra cosa.
Reconozco que estuve un poco ido, en la partida, pero aun así, no pienso cortar la racha, no hoy. Voy a escribir el relato, perdonadme si no es del nivel de los anteriores, pero intentaré hacerlo lo mejor posible.
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El camino seguía siendo frondoso, las temperaturas continuaban abrumando los cuerpos de la compañía, que no perdían la atención en el paisaje ni un solo segungo. El lugar, aunque fresco y verdoso, intimidaba, después de la experiencia vivida en cada pie cuadrado de esa isla, no podían verlo de otra forma. La marcha esta vez estaba formada de uno en uno, liderando la misma, Quarion y Hor-Dulkar. Habían pasado largo tiempo desde el enfrentamiento con la serpiente y aquello era cuanto menos, sospechoso.
Continuaron cegados por el calor y la desgana, lo que les hizo vulnerable ante la sorpresa de aquellas plantas sobrenaturales. Como la sombra saliendo de la noche, aparecieron las criaturas en mitad del selvático entorno. Sin dudar un instante, nos pergeñamos a las armas, eran un total de tres monstruos.
El combate resultó escabroso, las plantas dañaban con un calor extremo que ahumaba los cuerpos por dentro, golpe tras golpe parecía que las estában enfadando aún más, y gracias a sus desmesurados e innumerables tallos, a penas sufrían para atraparles entre ellos, cambiaban sus víctimas según les iban pareciendo una amenaza mayor. Finalmente entre todos, enviaron a los execrables vegetales al maldito infierno, que nada tenía que envidiarle a la selva de la isla.
Cada vez se adentraban más en la densidad del inhóspito boscaje. Cabe decir, que los humanos Leik y Magerrish, parecían estar más débiles de lo natural, sus rostros se volvían pálidos y sus delirios se intensificaba a cada paso. Habían contraído alguna enfermedad, alguna enfermedad, desconocida para todos por el momento.
No necesitaban enfrentarse a ninguna criatura más, la idea era llegar al volcán cuanto antes y recuperarse mientras por el camino. Pero la suerte no acompañaba. La innecesidad apareció justo delante del grupo en forma de serpiente enorme. A pesar de la opción de marcharnos huyendo del combate, los dos monjes se abalanzaron a por ella, de manera que inevitablemente se originó el combate. Samael consiguió situarse a su espalda para así flanquearla al atacar gracias a los compañeros que se posicionaron frente a la sierpe. El engendro era grande con lo cual no era difícil asestarle los golpes. Quarion, fue apresado por la serpiente después de cargar contra ella a lomos de su celestial compañero. La serpiente olía la derrota y arrancó la retirada con Quarion enredado en su cuerpo. Fue Leik quien, a pesar de su estado exánime, con valor y sangre fría atrapo al reptil por la cola. Este bloqueo permitió a los demás acabar con la alimaña.
Después de abandonar a la criatura, antes de lo esperado y como recompensa de tan arriesgada aventura, dieron con una escalada perteneciente al dichoso volcán. Era una subida fácil, pero el hecho de tener a dos miembros desfallecidos, suponía un contratiempo. El monje Samael subió primero con usual facilidad, ató una cuerda desde arriba, y el resto ascendió sin apenas impedimento. Una vez arriba se encontraron frente a una entrada cavernaria que desprendía una notable ola de calor.
Pese al riesgo de permanecer allí, no les quedaba otra alternativa que buscar allí descanso y reposo, sobre todo para los que se hallaban indipuestos. Sin explicar la evidencia, Quarion, Hor-Dulkar y Sêdinel se adentraron en el interior de la cueva con la intención de explorar la cercanía. Seguido de un oscuro túnel, unos sesenta pies más adelante el camino se dividían en dos... la curiosidad hizo presa de ellos y avanzaron. Al llegar a la bifurcación advirtieron dos resplandores distintos, cada uno proveniente de un camino, uno era azul y el otro rojo...
Finalmente consideraron que lo mejor sería volver con los demás y encontrar el necesitado descanso, antes de que se vieran envueltos en cualquier otro aprieto.
Con la guardia bien atendida permanecieron en la entrada de la cueva un total de 3 días, en los que, con la ayuda divina de Quarion y los conocimientos propios de Sêdinel la compañía redimió sus fuerzas, llegando incluso a mejorar los estados físicos de Magerrish y Leik. En el primer día de descanso Sêdinel había dado con la enfermedad que padecían que curiosamente, la había sufrido el padre de Hor-Dulkar.
Una vez todos saludables y recuperados, tomaron la iniciativa de comenzar la expedición. Al llegar el túnerl interior, de aquellos resplandores existentes tres días atrás solo quedaba el de la derecha, el rojo. Pero decidieron escoger el camino de la izquiera, el cual les llevó a una inmensa sala atestada de camas en sus paredes laterales entre otras cosas pudimos distinguir lo típico de una habitación dormitorio para sobrados moradores. En ella encontramos varios objetos de interés, como un saco élfico de propiedades mágicas que aporta un descanso completo en tan solo ocho horas a todo aquel que lo use. Otros de los objetos de interés, fueron varios pergaminos que escondían un escrito que Magerrish consiguió descifrar.
En el primero de los pergaminos decía lo siguiente:
"
Xanian, me he visto obligado a ocultar los mensajes por temor a interferencias. He descubierto a ciertos piojosos y miserables que seguían todos mis pasos
e incluso hacían preguntas sobre mí por todo Riatavin, pero ya he dado cuenta de ellos.
He encontrado a un grupo de mercenarios para que os ayuden; no me dan muy buena espina, sobre todo un elfo, un guerrero sacro que me escudriñó de arriba a abajo
pero servirán. Les he entregado el cilindro: por ello sabrás quiénes son los mercenarios que te envío. Si todo va bien, ellos osescoltarán hasta aquí.
Pero por encima de todo, LA SANTA CRIATURA TIENE QUE LLEGAR ILESA"
Bastian, el empalador de Ormath.Tras estos pausados segundos de misterio y duda, renaudaron la marcha y prosiguieron su expedición por el segundo de los caminos, aquel que desprendía el resplandor rojizo.
Sobró tiempo para ser deslumbrados por aquella flamante luz que emanaba la lava que revestía el suelo de aquel emplazamiento. Un puente colgante de aspecto bastante pobre colgaba sobre la lava desde un extremo a otro del lugar.
A partir de ahora, todo es más difícil, el vivo fuego desata un calor que se perpetua en cada poro de sus pieles.
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-Espero que no quede muy lejos de la calidad de los anteriores.