Nash empezó a actuar de forma un tanto extraña mucho antes de llegar la Sudadera. En la pirámide nos enfrentamos con un grupo de muertos vivientes, momias las llamaría Rothen más tarde, y una logró alcanzarle con sus garras. Parecía debilitado pero continuamos avanzando por la tumba, hasta alcanzar la última cámara.
Allí encontramos por primera vez con los hombres lagarto. Nos unimos a ellos y cruzamos el pantano por zonas seguras. Por el camino el líder de los guerreros nos avisó de que la mayoría de tesoros eran chatarra, pues los hombres del Aurum los había dejado allí. Además ellos lo consideraban como artefactos malditos, por eso los lagartos evitaban entrar en la pirámide. Nash desconfió de ellos, comprensiblemente, y cargó a Fenrir con ellos durante un tramo de senda. Luego los dejó tirados, como hicimos todos.
Más tarde llegamos a un campamento provisional del Aurum. Allí nos enfrentamos al hermano de un personaje que ya conocíamos, formaba parte del grupo de tramposos y asesinos en el torneo Rubí, el que se escapó del barco. Rothen convenció a los hombres lagarto para pasarse a nuestro bando. Cuando se vio acorralado, ese tipo y se suicidó. Debió utilizar algún tipo de veneno que se tragó antes de que pudiéramos sacarle mucho. Con lagartos, entonces, formamos una alianza, nosotros íbamos a librarles de esta organización y ellos procurarían avisar a sus congéneres para que no nos atacaran.
Los hombres lagartos se fueron a la Sudadera y nosotros dimos vueltas por la ciénaga hasta hallar un lugar adecuado donde acampar. Una vez allí preparé un fuego, pensando que la humedad del pantano no le haría bien a mis compañeros, pues se formó mucha niebla al anochecer. Nash me ordenó apagar el fuego, argumentando que atraería los posibles enemigos en la selva. Se le veía alterado por entonces, por la forma en que reaccionó por la hoguera.
A la mañana siguiente nos pusimos en marcha, siguiendo el rastro de nuestros nuevos aliados por el barro. Llegamos en poco tiempo a una zona boscosa elevada donde descubrimos la cueva que se suponía que era la base del Aurum, cuya jefa era Durra. Como dice Rothen, tras activar un señuelo para avisar a los guardias nos escondimos, cada uno a cierta distancia de la puerta. Solo que cuando nos reagrupamos no apareció el teniente.
Después de un rato, vimos subido a un árbol al jefe de los guerreros lagarto. Nos habló de los hombres de Durra, y sobre nuestro papel ahí dentro. Teníamos que rescatar los huevos de la tribu, a modo de rehenes, de la sala sagrada. Tras explorar las profundidades de la caverna y luchar contra los soldados del Aurum llegamos a la sala sagrada, donde ningún lagarto puede entrar. Acabamos con la jefa de la organización y dimos muerte a una momia con aspecto de sierpe en una gruta sellada.
Tras la lucha volvimos al poblado de los lagartos con sus huevos casi intactos. Estaban celebrándolo cuando llegó Nash, abatido. Me preguntó qué había pasado, pero debió importarle bien poco pues me interrumpió y se echó a dormir. Parecía estar peor, más enfermo.
Luego debimos de comparecer ante los ancianos de la tribu, para decidir si era buena idea trabajar con la sociedad Pathfinder. Como sólo uno de ellos conocía nuestro idioma e iba a ser yo quien fuera a hablar en nombre de la sociedad, convenimos Rothen y yo un trato. Una bolsa de gemas, sin saber muy bien su valor, por hablar a favor de los pathfinder. Él rechazó mi oferta de trabajar junto a la sociedad, aludiendo que ya tenía una organización que velaba por sus intereses. De ahí el pago. Resultó un éxito, y se lo agradezco por ello. Los ancianos están dispuestos a poner a su tribu a nuestro servicio. No sé cuánto habrá en la bolsa en gemas, pero tenía que actuar rápido o hablar para una audiencia ajena al idioma común.
Por último añadir que esa misma noche los hombres lagarto reunieron las cajas del Aurum y caminamos hacia la puerta de vuelta a nuestro mundo. Nash se mantuvo en silencio todo el camino de vuelta.