En un determinado momento del viaje Eligor y sus ansias de tesoros fueron atraídos por unos gritos que provenían de fuera del camino, a nuestra izquierda... y bueno, Eligor zanjó un asunto... se le veía satisfecha.

Ya de nuevo en el camino, durante una de éstas frías noches unas luces de una pequeña población atrajo nuestro interés pensando en comida, una chimenea y alojamiento limpio y cubierto, hacía ahí nos dirigimos.



Con frío intenso y lluvia incesante cabalgamos hasta el linde oeste de bosque Shilmista (al norte de Riatavin). Unos postes de los cuales colgaban varios cuerpos con agujeros en el estómago nos hicieron pensar que no era buen camino, así que tanto Eligor con su pequeño Mortuk como yo (Ernest) dimos media vuelta para probar otro camino.

En la taberna, mientras que Eligor alimentaba a Mortuk y así misma, y mientras yo comía carne y sopa acompañada de vino, nos fue descubierto por las gentes del lugar y guardias locales unos extraños echos que acontecían durante las noches desde no hacía mucho, unas muertes que se sucedían sin ningún motivo ni razón aparente. Tras una pequeña negociación llegamos a un acuerdo, ayudaríamos a encontrar al causante de tales actos.

Resolvimos una muerte, pero lo peor estaba por llegar, todas las muertes menos una eran causa de un rito maléfico, y poco a poco fuimos tirando del hilo hasta atar cabos y descubrir la causa y el motivo de todo, habíamos conseguido saber cuando y dónde sería la siguiente y última muerte, y que un determinado elfo nos podía ser de gran ayuda, así que nos dirigimos hacia su casa a las afueras a toda prisa en compañía de Kalam el oficial de la guardia local.