Jugadores:
Juanolo
Sêdinel

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Al otro lado de los altos muros florales, dejando el pueblo atrás y con la casa en llamas, nos encontramos antes una catedral vegetal, una grandiosa bóveda verde que sólo dejaba pasar la luz en algunos pocos lugares, se alzaba ante nosotros majestuosa y tenebrosa. Muros de flora formaban caminos, había varías posibilidades a seguir y en lo que era un laberinto viviente nos adentramos.
Con pasos firmes, pero atento a cualquier movimiento, seguíamos un camino y luego otro y así sucesivamente, en algunos momentos algo se movía entre los muros de ramas que formaban las paredes, y alguna que otra vez nos vimos forzados a retroceder ante un camino sin salida.
Tuvimos algún encuentro con plantas ya conocidas, pero logramos abatirlas a todas continuando hacia algo que no parecía tener fin.
Comenzó a hacerse de noche, y decidimos volver al pueblo, junto a los niños para descansar, reponernos de nuestras heridas y volver al día siguiente. Pero parece que durante la noche la actividad en aquél fantasmal lugar era mayor. Los senderos a nuestras espaldas se cerraban y crecían los movimientos entre los muros, en nuestro camino hacia la salida de nuevo volvieron a atacarnos, y de nuevo logramos abatir a las criaturas vegetales.

Al llegar a la casa los niños se asustaron. Habían recogido comida de los campos y dieron la impresión de estar organizados en los quehaceres cotidianos del hogar. No salimos hasta recuperarnos del todo, tiempo durante el cual Myt revisó un libro encontrado, en el que se indicaba la intención de buscar, digamos, que una reencarnación perfecta. Ante esto, salimos de mañana temprano con la intención de indagar algo más en la casa que daba entrada al recinto floral, encontrando unos líquidos que tras varias “extrañas pruebas” por parte de Myt consideramos podría ser el origen de aquello en lo que estábamos envueltos. Ese día volvimos a la casa a descansar.

Algo extraño ocurrió, Sêdinel aún en el periodo de meditación previo al sueño, fue alertado por los gritos de los niños de que algo ocurría, rápidamente salió de la casa cruzándose con los infantes que entraban. Unos gritos le llevó hasta la pequeña letrina familiar fuera de la casa a unos metros, allí halló al humano comiendo gachas de un plato. Los gritos eran del mayor de los niños, de unos 12 años, unos tremendos dolores le hacían agitarse en el interior del cuartucho.
-¿Qué le ocurre?- preguntó al humano.
-No lo sé, estábamos todos comiendo cuando al cabo de unos instantes se levantó y corrió hasta aquí.-
-Debe estar enfermo supongo, esos gritos no son normales para un niño con su salud-, dijo el elfo.

Al cabo de unos minutos, se abrió la puerta, un muchacho de unos 25 años salía de aquel sitio, era extraño y asombroso, sus cabellos crecieron y la barba le ocultaba el rostro, en unos minutos había pasado de tener 12 a 25.- ¿Estás bien? -, fue lo último que oyó antes de caer inconsciente.
Permaneció en cama, el elfo pensaba que era por veneno de alguna planta, pero tras una pruebas comprobó que no era eso, el muchacho despertó tras varias largas horas quedando en un estado de conmoción.

Aún sin nada concreto que nos ayudara a saber qué nos encontraríamos o cómo acabar con ello nos adentramos nuevamente en aquel bosque antinatural sorteamos varios ataques aunque con diversas heridas, hasta que llegamos a un recinto vegetal al que entraba algo de luz, el suelo verde, y en los muros flores azules, que con el reflejo de la leve luz entrante creaba una luminiscencia azulada, ambos compañeros permanecieron unos a unos pies de lo que podría ser la entrada a aquel lugar. Tras unos segundos el curioso elfo decidió entrar.
Aquellas azules y hermosas flores comenzaron a moverse, emergiendo de entre la maraña de hiedra y enredaderas cuatro cuerpos humanos, vestidos con ropas de labores del campo, y portando herramientas de labranza. El elfo se vio rodeado de cuatro campesinos que pedían ayuda... pero que sin embargo atacaron con intención de matar.

Los humanos, blanquecinos y con una capa quitinosa sobre ellos se acercaron hacia el elfo con herramientas como armas. Tallos clavados a sus espaldas les unían a aquella masa vegetal, y comenzó el combate.
Con la experiencia de la taberna Sêdinel gritó a Myt que atacara y cortara los tallos que se incrustaban en sus cuerpos en vez a atacarlos a ellos. El elfo no sabía si estaban muertos, pero si no lo estaban tenían la oportunidad de liberarlos.

Myt reaccionó rápidamente, cortando de un tajo los primeros tallos, el individuo calló inconsciente. Sêdinel no logró cortar los tallos de uno, pero sí esquivó los ataques sin ningún daño ante los dos que le acosaban.
Luego de varios ataques sólo quedaron dos campesinos.
-¡Ayudadnos! Ayudadnos os pedimos por la gracia de vuestros dioses- decía uno que portaba una pala, pero la pala impactó sobre el elfo.
El elfo, gritó -Os queremos ayudar pero no nos ataquéis-, no logró cortar el nexo entre hombre y flora.
Myt mientras tanto se veía enfrascado en seccionar otros tentáculos.
De nuevo el humano de la pala grito -No nos matéis, ayúdanos- y de nuevo sintió el elfo el frío y plano metal de la pala en su cuerpo, a lo que gritó: -Hijo de mala madre, te estoy ayudando pero deja la maldita pala!!-
Myt, estaba terminando de cortar los tallos del tercer campesino al que había dejado Sêdinel inconsciente. Y a pesar de los gritos de ayuda, un tercer golpe de aquella jodida pala dio al elfo. Esta vez sin pronunciar palabra Sêdinel logró cortar los tallos del humano, y el combate cesó. El elfo no sabía si matar al humano o dejarlo vivir.

Los cuatro hombres pertenecían al pueblo y se conocían, se alegraron entre ellos de volverse a ver cosa que demostraron con efusivos abrazos. Les preguntamos sobre aquel lugar, y cómo podría haber llegado a pasar, pero nada sabían, sólo querían salir y volver son sus hijos. Les indicamos la salido y marcharon, uno era el padre de los niños... ahora de los niños y un hombre.

Proseguimos el camino hasta que nos vimos de nuevo en otro combate, ésta vez la Tymora no estaba de nuestra parte, ya que ambos fuimos alcanzados por las jodidas plantas que se apoderaron de nosotros, y fuimos llevados hasta el corazón de aquel lugar.

En el lugar quizás más oscuro de aquel laberinto era donde ahora nos hallábamos, pasaron unos eternos minutos, permanecíamos de pie, quietos y con aquellos asquerosos tallos cavados a nuestras espaldas inyectándonos alguna porquería. Tras esos minutos nos soltaron, nuestros miembros entumecidos, los músculos rígidos, no nos podíamos mover y sólo veíamos una intensa luz que no nos dejaba ver. Oíamos pasos robustos, fuertes y lentos, una forma se vislumbraba en la luz, una criatura, un monstruo del bosque, no fuimos capaces de reaccionar, no por la parálisis que ya desaparecía, sino por no tener una clara visión de todo lo que nos rodeaba. Sufrimos unos fuertes latigazos, el dolor era intenso. Tras el ataque comenzamos a ver lo que teníamos delante, una mole humanoide vegetal de fuertes brazos con látigos por dedos.
Sêdinel preparó una antorcha mientras Myt atacaba, pero no acertó, el elfo encendió una de las flechas mojadas en aceite y la lanzó con fuerza pero erró, y volvimos a conocer el dolor de aquellos golpes, tras esto, muy malheridos, iniciamos una loca huida a través de aquel lugar, ya cansados y agotados llegamos a la salida, nos encontrábamos muy mal.

Llegando a la casa nos encontramos con aquellos campesinos, preparaban la marcha, ya habían terminado de cargar las últimas cosas en un carro, y sólo les faltaba amarrar el caballo del elfo, éste al darse cuenta entró en cólera, lo que le había costado volver a tener caballo, con lo caro que eran en los tiempos que corrían de guerra. Al tiempo lograron encontrar bastante apartado un buey, animal sin duda más idóneo para aquella labor.
Tras cruzar una palabras y despedirse, campesinos y niños marcharon. El padre preguntó al elfo qué le había ocurrido a su hijo mayor, pero Sêdinel nada sabía indicó que quien estaba despierto durante lo ocurrido era el humano, así que aquel apenado hombre pregunto a Myt, quien respondió sécamente y con una sonrisa: - A dado el estirón -. Y se marcharon.

Entre lo tenebroso y a la vez excitante, quedaron solos humano y elfo en aquel poblado fantasma. Metieron el caballo en la casa y se prepararon para lo peor, estaban muy mal heridos, lo que les llevaría varios días recuperarse, y se organizaron para descansar.
Durante la noche del cuarto o quinto día algo los alarmó, algo recorría los alrededores de la casa, por las paredes algo se desplazaba lentamente, un crujido vino desde la planta superior, a través de las ventanas no se podía ver nada, estaban tapadas por enredaderas gruesas que parecían haberse echo con el control de la casa. Amos compañeros se acercaron a la puerta, lentamente la abrieron, y la suposición era cierta, aquello rodeaba a toda la casa por lo que rápidamente comenzaron a darle tajos para cortarla, Myt, superior con su espada no tenía problemas para cortar mientras al elfo le costaba algo más deshacer aquella maraña. Myt logró abrir un hueco para ellos, pero el elfo no estaba dispuesto a abandonar su montura en aquel lugar. La casa volvió a crujir, ésta vez las paredes se quebraron y cedieron haciendo que el techo se viniera abajo, el polvo inundó el aire y las vigas de madera como plomos por el peso del techo superior formaron una gran masa amorfa. Por los pelos lograron salir, y una vez fuera no dudaron en salir de aquel pueblo, tomaron rumbo Nor-Oeste.

Tras unos tres o cuatro días aproximadamente llegaron a un camino bastante transitado, hacia el Este sólo estaban a unas jornadas de Riatavin.
Caravanas desperdigadas se cruzaban por el camino, y otras muchas iban en el mismo sentido, desde lo lejos se podía ver la punta de luz anunciando la ubicación de la ciudad. Hacia el Sur una extraña niebla parecía también llevar rumbo a la ciudad.
-¿Saben que es aquello que parece dirigirse a Riatavin?- preguntamos a las gentes del camino.
-Aquello es el “Segador”, fruto de los muertos vivientes-, a lo que respondimos, - Haaa! Muchas gracias.! - el elfo pensó para sí: -”Si te dijéramos de donde hemos salido nosotros hace una semana... te cagas”.

Llegamos a la conocida ciudad, según se adentraba el elfo saludaba a algunos ya conocidos, y algunas guapas chicas humanas acompañadas por desconocidos hacían amigables señas de confianza, a lo que el elfo respondía sutilmente.

Myt se alojó en la 'Sangre del León', y Sêdinel también, aunque quizás... vuelva al 'Burdel de Yoxen', sabe que el dinero le durará poco.


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